Uno de los pocos fanatismos confesos que tengo es por las películas de Pixar. Varias de mis películas favoritas salieron de la usina de animación, como Monsters Inc, Toy Story e Intensamente. Esta semana se estrena “la nueva de Pixar”, la tercera parte de una franquicia exitosa: Cars 3.
Las aventuras del Rayo McQueen no fueron nunca de las que más me gustaron, pero esta vez la película me hizo cambiar de opinión: vale realmente la pena, para chicos, y para grandes. De nuevo (como ya lo hicieron con la saga de Toy Story) la tercera supera a la segunda, y hasta a la primera y original. La animación alcanza niveles superlativos (en las carreras al aire libre cuesta distinguir si ese paisaje está creado en la computadora o es real), pero lo más interesante aquí es la historia.
El Rayo está viejo. Su aerodinamia perdió frente a los nuevos autos supertecnológicos. Ya no es tan veloz. Pero el se niega a abandonar el circuito, tanto como se niega a ver la realidad.
Entonces, su nuevo patrocinador —porque los viejos vendieron la empresa— lo asigna a una entrenadora de autos, Cruz, una simpática chica/auto amarilla que parece una entrenadora de zumba. A McQueen le costará ponerse bajo sus órdenes (¿un auto puede ser también machista?), la ninguneará y maltratará, hasta que una confesión de Cruz le revele cuál puede ser su nueva misión en la vida.
La película habla de la nostalgia y, sutilmente, de realidades que todos los adultos vemos a diario, por ejemplo en el mercado laboral. Los desafíos cotidianos: cómo adaptarte a un mundo cambiante en el que ya no te sabés mover como lo hacías antes. A los grandes, nos va a hacer reflexionar. Y para los chicos, hay también muchas y buenas enseñanzas, como en todas las películas de Disney: escuchar y entender al otro, respetar y dignificar a los que te han enseñado y, la fundamental, la importancia del trabajo en equipo. Uno más uno siempre vamos a llegar más lejos.
Buen plan para las vacaciones de invierno que empiezan en cuestión de horas.
Foto: Facebook Disney Studios
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